martes, 10 de enero de 2012

LA IMPORTANCIA DE LAS COSAS


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Más de dos años después de quedar finalista del Premio Planeta con la novela En tiempo de prodigios, la autora gallega Marta Rivera de la Cruz (Lugo, 1970) regresa a este género de la mano de La importancia de las cosas, un libro en el que la escritora habla de las segundas oportunidades que nos puede brindar la vida.

Estimado señor Hauptf:
El director de su residencia acaba de ponerse en contacto conmigo para darme la noticia de la muerte de Klara. No se ofenda si le digo que comparto su dolor hasta donde me está permitido. Creo que puedo saber cómo se siente, aunque sé que usted no puede imaginar cómo me siento yo. Cuando recibí la llamada en la que se me informaba de la muerte de Klara, estaba escribiendo una postal para ella. La foto mostraba un trébol de cuatro hojas. Se supone que eso trae suerte, ¿verdad?
Seguro que Klara le ha hablado de las cartas que le mandé durante estos años. Por si le queda alguna duda al respecto, le doy mi palabra de honor de que ella nunca las contestó. Klara le quería a usted tanto como yo la quise a ella, y sé que usted la correspondió durante todos estos años. Me queda el consuelo de saber que la hizo feliz hasta su muerte.
Klara le habrá hablado ya de la historia de su padre. Toda una novela, estimado Iosto, y así lo entendió el hombre que convirtió a Johann Menkell en personaje de un libro. Hay algo que nunca le conté a Klara: he visto a ese hombre. Se llama Mario y enseña escritura en la universidad. Hace tres años me colé en una de sus clases. Es un profesor espléndido y parece una buena persona. Asistí a sus lecciones durante tres o cuatro semanas, hasta que me di cuenta de que podía acabar causándole problemas y dejé de ir. Me hubiese gustado hablar con él, pero creo que había demasiadas cosas que decirle, y, además, él no tenía interés en conocerme a mí. Y no siempre es justo buscar a quien no desea ser encontrado, ¿verdad? Tampoco Johann Menkell quiso que dieran con él, y por eso desapareció sin dejar rastro.
Sepa que he tomado la determinación de quitarme la vida. Lo haré esta misma tarde, después de poner esta carta al correo. Amigo mío, me temo que esta vez el destino ha facilitado el que llegue antes que usted al lugar donde se encuentra Klara. No tema, la cuidaré bien. Vigílese usted también, y permanezca muchos años en el mundo de los vivos. Así tendré algo de tiempo para estar con ella. Usted la ha tenido toda la vida, y es previsible que la tenga también durante toda la eternidad.
Suyo, afectísimo,
FERNANDO M ONTALVO

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