lunes, 21 de diciembre de 2009

DÍA TRAS DÍA

A veces, cuando se conserva en el corazón el recuerdo
de una pérdida irreparable, se siente uno tan desgraciado
que piensa en acabar de una vez.
La vida exterior nos oprime. Preocupaciones activas y
ruidosas nos abruman, y en medio de esta angustia
llega uno a decirse "¿qué hago yo aquí?"
"Libre de escapar de todo este tumulto en el que mi
dolor no toma parte, ofendido por el mundanal estruendo,
¿por qué retrasar mi partida?"
"¿Por qué esta ilógica espera? ¡Para el hombre que
siente la tentación de la nada existen muchos medios
rápidos de echar a rodar el mundo con el pie!".
Pero la cobarde fuerza de la costumbre pide gracia
a la desesperación. Uno mimo se condena, y, sin
querer, se soporta un día más.
¡Hace falta tan poca cosa para hacernos aceptar
cada día! El alba, con un capullo de rosa, nos hace
interesarnos por su retorno.
La rosa se va a abrir enseguida, y esperamos para
verla sonreir. Si ya está abierta, esperamos a que muera,
y si ha muerto, otra ha empezado a florecer.
Nos íbamos ya, pero baja una golondrina deslizándose
a ras del suelo, y la mirada no se separa de ella
hasta que se pierde en el cielo.
Nos íbamos ya; pero, junto a nosotros, el latir de un
abanico levanta el fresco céfiro cuya esperanza nos
aconseja un último plazo.
Nos íbamos ya, pero el ruido cercano de un martillo
fiel a su labor, con varonil reproche nos hace
avergonzarnos de querer desertar.
Todo nos invita a no cancelar hoy nuestro destino.
La misma desgracia es dulce todavía, dulce para
consolarla en otro corazón.
Una lágrima pretende que nos quedemos por lo menos
hasta haberla enjugado. Todo lo que se ríe,
todo lo que llora, nos invita a invertir el reloj de arena.
También tiene sus treguas la agonía, y el umbral del
eterno misterio, basta con la menor cosa para que vuelva a cogerse
el hilo tenso de las horas breves.
A esta agonía que la mano no abrevia jamás,
se le concede una lentitud infinita
en que cada despedida es una prórroga más.
Y se deja que pasen los momentos, y que palpite el corazón
día tras día, sin resignarse a vivir ni decidirse
a marchar antes de tiempo.
Sully Prudhomme.

0 comentarios:

Publicar un comentario