lunes, 30 de noviembre de 2009

FRANCISCO AYALA


Aún recuerdo aquella noticia de periódico que me fascinó, se trataba de Ayala y de su avanzada edad y de cómo, pese a su "ceguera", continuaba leyendo en una gran televisión con letras enormes. Recuedo que pensé que cuando uno no quiere dejar de hacer una cosa no hay nada que se lo pueda impedir. Hasta ahora. Ahora, mientras tú duermes, recuerdo el fragmento de El jardín de las delicias que dice así:
" Te estoy mirando. Te contemplo, echada ahí sobre la cama de cuyo borde pende dulcemente tu pie mientras que la otra pierna se arquea en una curva suave hasta ocultarme casi los leves rizos de tu vientre; y acaricio con la vista tu pecho, tu garganta, la boca entreabierta, la mata de pelo que se derrama por la almohada, toda esa hermosura que a veces sabe encenderse entre mis brazos hasta consumirse en sus llamaradas, y que ahora, quieta se me entrega de otro modo.¿ Se entrega?. No, no se entrega: su descuido es pura ironía. Pues tú, mi vida, aunque estás ahí al alcance de mi mano, has huido de mí para internarte en esa selva del sueño y te escondes en una gruta que yo no tengo acceso. Se han cerrado tus ojos; respiras, y tu pecho se mueve al blando ritmo de la respiración; si me atrevo a besar tu pie, tu pie me responde, no tú. Acaso te mueves, suspiras, pero tus ojos siguen cerrados.¿ Sueñas? ¿ Que estarás soñando lejos de mí?¿ Aparezco quizá yo dentro de tu sueño? ¿ Soy una figura de tu sueño? ¿ O no? O, excluido de ese mundo que es tuyo, sólo tuyo y no mío, tengo que esperar a que despiertes, aguardar tu regreso al otro lado de la puerta, para preguntarte: ¿Qué has soñado, amor mío?, y que tal vez me lo cuentes, o quizá me digas que no, que no has soñado nada, que no lo recuerdas..."

0 comentarios:

Publicar un comentario